noviembre 28, 2011
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1919 El gabinete del Dr. Caligari (Das kabinett des Dr. Caligari) – Robert Wiene
1920 Genuine – Robert Wiene
El golem (Der golem) – Paul Wegener
Del alba a medianoche (Von morgens bis mitternacht) – Karl Heinz Martin
1921 Las tres luces (Der müde tod) – Fritz Lang
1922 Nosferatu – F. W. Murnau
Dr. Mabuse el jugador (Dr. Mabuse der spieler) – Fritz Lang
1923 Raskolnikoff – Robert Wiene
Sombras (Schatten) – Arthur Robinson
La muerte de Sigfrido (Nibelungen I – Siegfrieds tod) – Fritz Lang
1924 La venganza de Crimilda (Nibelungen II – Kriemhilds rache) – Fritz Lang
El hombre de las figuras de cera (Das wachfigurenkabinett) – Paul Leni
1925 La crónica de Grieshuus (Zur chronik von Grieshuus) – Arthur von Gerlach
1926 Metrópolis – Fritz Lang
Para considerar los temas habituales de los films expresionistas tenemos que tener presente la difícil situación que atravesaba Alemania en esa época, y la manera en que este sentimiento de desesperanza, angustia y miedo fue reflejado en el arte, como hemos visto al principio. Lo sobrenatural, lo fantástico, lo desconocido y lo siniestro pueblan las películas bajo distintas formas para darle sentido a lo que Eisner define como «la doctrina apocalíptica del expresionismo» . Desde la peste en Nosferatu (y más tarde en Fausto), hasta la inundación de Metrópolis, el tema del fin del mundo sobrevuela las películas como un fantasma, más o menos explícito, fruto del pesimismo alemán frente al futuro. El cine expresionista plasmó esto en gran medida tomando como fuente de inspiración a la tradición literaria romántica, encabezada por Goethe y Hoffman, y muchos de sus temas, imágenes y símbolos.
Uno de los principales temas que analiza Kracauer en su obra es el de la tiranía. Según su interpretación en las películas expresionistas se puede rastrear de manera inequívoca la necesidad del pueblo alemán de la dominación tiránica (y como demuestra la historia no es tan descabellada su tesis). Esta era el único camino viable frente a la alternativa del caos anárquico de la libertad gobernada por el instinto. El tirano que por y para la concreción de su poder comete actos de violencia y crímenes y que, teniendo precedentes en Homunculus, podemos encontrar en la figura de Caligari, ordenando según su voluntad a Cesare asesinar a sangre fría, en el rabino Loew manipulando al golem, en Nosferatu, en Mabuse, y dentro de El hombre de las figuras de cera, en sus personajes Iván el terrible, Jack el destripador y Harún-al-Rashid. Puede ponerse en relación con esto el tema la lucha entre padre e hijo, y del conflicto generacional. También el de la figura del monstruo (el ser antinatural o artificial), ya sea tirano o dominado: la encontramos en el Golem, en Cesare, en Nosferatu, en Futura.
El doble será otro de los temas recurrentes. Ya en El estudiante de Praga de 1913 como consecuencia de un pacto con el diablo, la imagen en el espejo del protagonista toma independencia de él, convirtiéndose en su enemiga. También en la precursora, aunque realista, El otro de 1913 está en primer plano el tema del doble. Caligari es por otra parte un respetable médico y Nosferatu es el Conde Orlock, un «burgués» que mediante un intermediario desea adquirir un terreno. Futura, la robot de Metrópolis, es el doble de la abnegada Maria.
Antes de Caligari existen ya películas que anuncian la llegada del expresionismo al cine. Uno de los principales creadores y precursor del movimiento fue Paul Wegener, quien anteriormente hubiera formado parte de la compañía teatral de Max Reinhardt. De 1913 data su film como actor, El estudiante de Praga (dirigida por Stellan Rye) y de 1914 su desaparecida primer versión de El Golem (junto a Henrik Galeen), ambos de los cuales tendrían remakes. Otra película fue Homunculus (1916) de Otto Ripert. Todas ellas anticipan algunas características que serán fundamentales para el cine expresionista.
El gabinete del Dr. Caligari surge originalmente de una idea de Carl Mayer y Hans Janowitz. Su guión fue aceptado por Erich Pommer, autoridad de la Decla Bioscop, una productora cinematográfica independiente de la época, y que en 1923 sería nombrado jefe de toda la producción de la UFA, quien para dirigirlo elige a Robert Wiene (en principio pensó en Fritz Lang, pero este se hallaba ocupado con otro proyecto, Las arañas). En la idea original de Mayer y Janowitz, Caligari llega a la feria de un pueblo presentando una nueva atracción, el sonámbulo Cesare. Progresivamente se van dando enigmáticos asesinatos en el pueblo, cuyo autor será el sonámbulo bajo las órdenes de Caligari. Uno de los protagonistas, Francis, investigando el caso, descubre el misterio: Caligari es un realidad el honorable director de una clínica médica quien estudiando un caso de sonambulismo del siglo XVIII se obsesiona cada vez más, y cuando llega a su clínica un sonámbulo, encuentra la posibilidad de transformarse en aquello que lo obsesiona («Ser Caligari»). Sin embargo a este argumento Wiene agrega un prólogo y un epílogo que resignifican completamente la obra: en realidad esta historia no es otra cosa que un producto de los desvaríos mentales de Francis, internado en una clínica.
La importancia de Caligari se da en varios planos: por un lado abre las puertas a una producción cinematográfica «artística», hasta ese momento casi inexistente en Alemania. Por otro lado, podemos encontrar en ella las pautas estéticas y temáticas que guiarán el camino del expresionismo, y que serán desarrolladas por sus creadores.